En la pasada feria de las Flores asistí al más representativo de los desfiles: el de silleteros en un marco majestuoso, con un radiante dia de Agosto, la alegría desbordada entre un rio de personas donde no faltó quien llamara la atención por tener entre sus brazos a un bebe con no más de dos meses de nacido.
Todos alrededor comentábamos con angustia sobre la falta de cordura de los padres del pequeño que ante el colorido desfile lo descuidaban y el sol inclemente le daba en la cara.
Pobre bebé, vulnerable, frágil, insolado, incómodo y desprotegido en un mundo donde a diario se alardea de programas de protección a la infancia pero donde no se tienen restricciones, controles o en último caso leyes que prohíban la asistencia a eventos masivos de esta población frágil y vulnerable.
Qué lástima, que debamos esperar una imposición legal para ser cuerdos y asumir correctamente un rol que la naturaleza en su sabiduría nos lo brinda, pero que las ganas y el afán de estar en el lugar equivocado nos quita.
A este tipo de eventos no deben asistir ni infantes, ni mascotas, ni personas discapacitadas, ni ancianos. El sor ardiente o la lluvia enfriadora, el tumulto y la incomodidad son factores que siempre estarán presentes en este tipo de eventos masivos no aptos para todo el mundo. Es necesario reflexionar sobre los seres que amamos pero que no pueden acompañarnos a este tipo de lugar en pro de su salud.
Es mejor quedarse en casa y ver por televisión este tipo de eventos que presenciar la incomodidad de la gente y la tranquilidad de los acompañantes de bebés, mascotas y ancianos completamente despreocupados. Reflexión por favor, ¡reflexión!.
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